viernes, 16 de diciembre de 2016

Posadas

Fiestas tradicionales mexicanas para la temporada decembrina.-

Las posadas son fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad. Comienzan el día 16 y terminan el día 24 de diciembre.

Su origen se remonta a los tiempos de la conquista. Cuando los españoles llegaron a México, los aztecas creían que durante el solsticio de invierno, el dios Quetzalcóatl (el sol viejo) bajaba a visitarlos. Cuarenta días antes de la fiesta, compraban los mercaderes a un esclavo en buenas condiciones y lo vestían con los ropajes del mismo dios Quetzalcóatl. Antes de vestirlo, lo purificaban lavándolo. Salían con él a la ciudad y él iba cantando y bailando para ser reconocido como un dios. Las mujeres y los niños le ofrecían ofrendas. En la noche, lo enjaulaban y lo alimentaban muy bien.

Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos "ancianos muy venerables del templo" y se humillaban ante él. Durante la ceremonia, le decían: "Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar porque entonces has de morir". Él debía responder: "Que sea muy en hora buena". Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de honrarlo con música e incienso, lo tomaban los sacrificadores y le sacaban el corazón para ofrecérselo a la luna. Ese día en los templos se hacían grandes ceremonias, dirigidas por los sacerdotes, que incluían ritos y bailables sagrados, representando la llegada de Quetzalcóatl, así como ofrendas y sacrificios humanos en honor a él.

Durante el mes de diciembre, no sólo festejaban a Quetzalcóatl, sino que también celebraban las fiestas en honor a Huitzilopochtli. Estas fiestas duraban veinte días, iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes, eran fiestas solemnes que estaban precedidas por 4 días de ayuno y en las que se coronaba al dios Huitzilopochtli poniendo banderas en los árboles frutales. Esto es a lo que llamaban el "levantamiento de banderas". En el gran templo ponían el estandarte del dios y le rendían culto.

El pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del solsticio de invierno. El 24 de diciembre por la noche y al día siguiente, 25 de diciembre, había fiestas en todas las casas. Se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada "tzoatl".

Los misioneros españoles que llegaron a México a finales del siglo XVI, aprovecharon estas costumbres religiosas para inculcar en los indígenas el espíritu evangélico y dieron a las fiestas aztecas un sentido cristiano, lo que serviría como preparación para recibir a Jesús en su corazón el día de Navidad.

En 1587 el superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de unas Misas llamadas "de aguinaldos" del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos y posteriormente, la piñata.
En San Agustín de Acolman, los misioneros convocaban al pueblo al atrio de las iglesias y conventos y ahí rezaban una novena, que se iniciaba con el rezo del Santo Rosario, acompañada de cantos y representaciones basadas en el Evangelio, como recordatorio de la espera del Niño y del peregrinar de José y María de Nazaret a  Belén para empadronarse. Las posadas se llevaban a cabo los nueve días previos a la Navidad, simbolizando los nueve meses de espera de María. Al terminar, los monjes repartían a los asistentes fruta y dulces como signo de las gracias que recibían aquellos que aceptaban la doctrina de Jesús.

Las posadas, con el tiempo, se comenzaron a llevar a cabo en barrios y en casas, pasando a la vida familiar. Estas comienzan con el rezo del Rosario y el canto de las letanías. Durante el canto, los asistentes forman dos filas que terminan con 2 niños que llevan unas imágenes de la Santísima Virgen y de San José: los peregrinos que iban a Belén. Al terminar las letanías se dividen en dos grupos: uno entra a la casa y otro pide posada imitando a San José y la Santísima Virgen cuando llegaron a Belén. Los peregrinos reciben acogida por parte del grupo que se encuentra en el interior. Luego sigue la fiesta con el canto de villancicos y se termina rompiendo las piñatas y distribuyendo los "aguinaldos" (pequeñas bolsas rellenas con dulces y fruta que se obsequian en las posadas, conformados por frutas como caña, jícama y tejocote; y mezcladas con cacahuates y con los tradicionales dulces de colación, que son semillas cubiertas de caramelo de diferentes sabores).

Fray Diego de Soria, prior del convento de San Agustín de Acolman, obtuvo el permiso del Papa Sixto V para celebrar en la Nueva España las Misas de Aguinaldo, que consistían en nueve misas en las que se concedía indulgencia plenaria a quienes cumplían con dicho novenario.

Estas misas se realizaban del 16 al 24 de diciembre, haciendo alusión cada una de ellas a los meses de embarazo de María la Virgen, para terminar con la última en la víspera de la Navidad. Esta es la razón por la que en México se acostumbra más celebrar la cena del 24 que la comida del 25, como se hace en la mayoría de los países del mundo.

En un principio, estas misas tenían lugar en el atrio de las iglesias, donde se iniciaba una procesión para acompañar las imágenes de José y María (hay quienes conservan aún esta tradición) recordando así el recorrido que ellos hicieron por Belén pidiendo posada. Mientras unos cargaban el misterio, los demás feligreses cantaban llevando velas encendidas en sus manos para después pasar al rezo del Rosario y las letanías.

Para terminar la festividad con un toque de alegría, los fuegos artificiales y las piñatas formaban parte de esta tradición. Después acostumbraban cenar rico ponche caliente con buñuelos.
Así, lentamente, la tradición fue desapareciendo del atrio de las iglesias para introducirse en cada hogar, donde hasta la fecha se celebran las tradicionales Posadas Navideñas.

Alternativamente, la “pastorela” se desarrolló a partir del siglo XVI como un género dramático religioso, similar a los autos de Navidad, arraigando especialmente en México. La palabra proviene de la voz francesa «pastourelle». Como género dramático religioso, la "pastorela" tuvo su origen en los autos sacramentales traídos al Nuevo Mundo por los misioneros franciscanos aprovechando algunos aspectos de la primitiva dramaturgia de la cultura Náhuatl y otros pueblos indígenas americanos. A lo largo de cuatro siglos, la expansión geográfica y cultural de las pastorelas ha desarrollado un rico tapiz regional.

Entre las más antiguas pastorelas en el México colonial se menciona “La Comedia de los Reyes”, representada en 1527 en el atrio de la que luego sería la Catedral de Cuernavaca; y entre las más famosas, está la pastorela de Tepotzotlán, escrita por Jaime Saldívar y Miguel Sabido en 1963, que se pone en escena cada año en la hostería del convento de Tepotzotlán. Como muchas otras tradiciones populares, estas representaciones fueron recogidas por el Teatro Campesino incluyendo en sus dramatizaciones aspectos sociales y políticos.

Otras fuentes proponen entre las más rancias representaciones la "pastorela de Zapotlán", donde todavía se relata en lengua indígena la primera batalla entre San Miguel y Lucifer; y la "pastorela del Altillo" en la ciudad de México.

En 1530, fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la Nueva España, expidió una ordenanza para celebrar una “Farsa de la Natividad Gozosa de Nuestro Salvador”. A partir de estos principios, se han escrito entremeses y coloquios, inicialmente por los franciscanos que fueron los primeros en llegar a tierras novohispanas. Un poco más tarde le siguieron otras órdenes religiosas. Posteriormente, con los autores laicos, las pastorelas navideñas se alejaron de su contenido religioso para adquirir un carácter más popular de la Navidad en México, que refleja costumbres y formas de vida de las clases sociales, y se dieron también versiones locales.

El argumento básico de una pastorela consiste en que unos pastores intentan ir a Belén para adorar al Niño Dios recién nacido, pero un grupo de diablos pone toda clase de obstáculos en su camino para impedirlo. Al final vence el bien, Lucifer es derrotado por San Miguel o por un “ángel”, y los pastores entregan regalos para el Santo Niño, lo arrullan y le cantan villancicos. Todos los asistentes besan al Niño y con la tonada de la despedida se termina la actuación.

Los personajes en las pastorelas son pastores, diablos, ángeles, arcángeles y un ermitaño. Frecuentemente hay otros protagonistas adicionales como indios, rancheros, un monje y otros. Aunque la Virgen María, San José y el Niño Jesús suelen estar presentes como figuras del Nacimiento, en algunas pastorelas son personas quienes los caracterizan, pero no forman parte en el diálogo, como pasaba en el “Auto de la Adoración de los Reyes Magos”.




Los pastores están encabezados por una o dos Gilas, cuyo esposo suele ser Bato, pero en ocasiones es Bartolo. Tanto Bato como Bartolo son personajes cómicos; son bobos, golosos y flojos. Bartolo tiene otra función: debido a su ignorancia hace constantemente preguntas sobre lo que está pasando.

Las respuestas sirven para relatar las circunstancias del peregrinar de María y José, del nacimiento de Jesús, de la adoración de los Reyes y al contestarle, la Pastorela se vuelve un eficaz método de enseñanza de la historia sagrada. El ermitaño apoya los afanes de los pastores con oraciones. Los diablos están encabezados por Lucifer, su ayudante Asmodeo y un grupo de “demonios”.

Existen pastorelas donde los siete pecados capitales se encuentran representados como diablos. Entre el grupo de ángeles nunca falta San Miguel, encargado de entablar duras batallas con los demonios, a quienes finalmente vence. El arcángel San Gabriel anuncia el nacimiento del Redentor, sin embargo éste no siempre es parte del elenco en una pastorela.

Paralelamente, en estas fiestas se desarrolla otra tradición mexicana como es la de romper la piñata. Cabe recordar que los misioneros aprovecharon la tradición azteca y comparaban la olla de barro que está dentro de la piñata con el mal que se encuentra dentro de los seres humanos y el cual no se puede ver porque está escondido entre muchos adornos.

Con respecto a los siete picos que adornan una piñata, representan los pecados capitales: la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Estos pecados se deben contrarrestar practicando las virtudes contrarias: humildad, generosidad, pobreza, paciencia, templanza, caridad y diligencia.

La persona que le pega a la piñata representa al creyente que con su fe, que es ciega (por lo que está vendado), y con la gracia y ayuda de Dios (por eso cuenta con un palo) le pega al mal hasta que lo destruye. Así, deja salir todas las gracias bendiciones, talentos y valores que Dios da a quienes creen en Él para luchar contra el mal.
Estas bondades están representadas por los dulces y frutas de la piñata como un regalo.

Los aspectos comunes más importantes de las posadas, son el pedir posada con los villancicos tradicionales, el rezar el rosario, el romper la piñata, y claro que nunca pueden faltar los aguinaldos, el ponche, las velas, la fruta, las luces de bengala y en algunas ocasiones la cena (principalmente a base de tamales) y los regalos.

Sin embargo, muchas personas recuerdan que tanto el Adviento y las posadas tiene un objetivo: prepararse para recibir a Jesús en el corazón de cada hogar, la esperanza en un mañana mejor y el deseo de vivir en paz, que pertenecen a todo ser humano.

Las posadas tradicionales tienen ligeras variantes de acuerdo al lugar en donde se celebran y han ido cambiando con el tiempo, sin embargo, para empezar, en varias poblaciones las posadas se efectúan en las calles del vecindario, las cuales previamente se adornan con hilos de heno y faroles. Y en otras muchas poblaciones se sustituyen los tradicionales peregrinos de barro por elementos vivos, causando mayor emotividad entre los asistentes.

No existe templo, parroquia o capilla, por pequeña que sea, que durante el período del 16 de diciembre al 6 de enero, no levante un Nacimiento, en ocasiones con verdaderas joyas escultóricas o figuras de barro realizadas en Tonalá o Tlaquepaque, Jalisco, y celebre las posadas con cantos religiosos, guijolas, panderos, triángulos, etc., para crear mayor alegría en los asistentes.
Fue San Francisco, nacido en 1182 en Asís, Italia, quien después de conseguir una autorización del Papa Honorio III, instaló el primer Nacimiento en la ermita de Greccio, en 1223. El religioso celebró el nacimiento de Jesús, colocando un altar frente a la ermita con una escenografía mínima; colocó luminarias por el monte y repartió hachas encendidas entre los frailes y los campesinos que lo acompañaban, lo que atrajo a muchos habitantes de la ciudad. Él cantó el Evangelio invitando a todos a participar en el nacimiento del redentor y los campesinos reprodujeron el histórico acontecimiento. Tiempo después, sobre el pesebre de Greccio se erigió una iglesia en conmemoración de San Francisco. 

El poeta tabasqueño Carlos Pellicer describió la representación del Nacimiento de la siguiente manera: “Y en una gruta, bajo el cielo de Navidad, arregló el pesebre, colocó el buey y el asno; sobre el pesebre, puso el ara en la cual un sacerdote operó el ritual de la misma, cuyo valor histórico, plásticamente hablando, no tiene par”.



Existen testimonios de que las religiosas franciscanas elaboraban bellísimos Nacimientos, especialmente con Niños Jesús de cera, hermosas piezas escultóricas que permanecían en exhibición durante un año. Los artesanos mexicanos asimilaron rápidamente las técnicas artísticas traídas de Europa, de manera que las maderas estofadas y policromadas fueron comunes en los Nacimientos mexicanos de la Colonia. Al paso del tiempo, las figuras se hacían con ropa más elaborada, que procedía de conventos y casas particulares. Las caras, pies y manos eran generalmente de cera o barro, luego el Nacimiento se modificó hasta llegar a ser una abigarrada mezcla de estilos y motivos en los que aparece el portal rodeado de magueyes, guajolotes, pastores y tipos populares del México romántico del siglo XIX: el carbonero, el cazador, la tamalera, etc., hechos de barro, cera, madera, de fibras vegetales, hojalata, trapo y de todo material que corresponde a las ramas artesanales del país.

El origen de la tradición relacionada con el árbol de Navidad es más difícil de precisar, pero es también europeo, germánico. Se dice que los antiguos germanos –tal vez visigodos u ostrogodos–, durante el solsticio de invierno (21 de diciembre) hacían rituales relacionados con la renovación de la vida con el propósito de pedir a las deidades el retoño de las plantas y la victoria de la luz sobre las tinieblas, para ello adornaban árboles de pino o abeto con objetos brillantes y velas encendidas, y danzaban alrededor de tales árboles. Otra interpretación afirma que los antiguos germanos solían colocar velas y pan en los árboles durante las noches de invierno para que los viajeros o peregrinos pudieran seguir su camino y alimentarse.
Para las fiestas navideñas de 1864, el Palacio Imperial de Chapultepec, remodelado al gusto de Maximiliano I de México y su esposa Carlota, presentó algo extraordinario, algo que los mexicanos no habían visto jamás: un gran pino colocado al centro de uno de los salones del palacio, y el pino decorado con listones, velas, frutas y regalos a sus pies.

Los aristócratas mexicanos que tuvieron oportunidad de ver ese árbol navideño de inmediato adoptaron la idea y colocaron en sus casas y mansiones uno similar. Así empezó esta costumbre europea, desconocida en el país, traída a México por Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica. 

Luego de la caída del 2° Imperio, el uso del árbol de Navidad empezó a caer en desuso y se recuperó la tradición del nacimiento, más arraigada desde la época virreinal.

Sin embargo, en 1878 reapareció públicamente un árbol de Navidad ornamentado para las fiestas. Éste fue obra de Miguel Negrete –rival político de Porfirio Díaz–, quien lo adornó de manera tan espectacular que fue mencionado en varios periódicos y visitado por muchísima gente. A partir de entonces y luego de la Revolución, el uso del pino adornado volvió a retomarse, y hoy día todos los hogares mexicanos adornan su árbol con luces, esferas y guirnaldas, de manera espectacular.

¿Por qué duran 9 días las posadas?
Aunque el peregrinar de José y María no duró nueve días, los frailes, lo acomodaron así para conseguir una novena y se le dio a cada día un significado:

1. La humildad para convivir con armonía.
2. La fortaleza para realizar los deberes diarios.
3. El desprendimiento para rechazar todo deseo que desvíe de la fe cristiana.
4. La caridad, amar al prójimo.
5. La confianza en la misericordia divina.
6. La justicia para obrar con rectitud.
7. La pureza para rechazar al Maligno.
8. La alegría para alcanzar el cielo. 



9. La generosidad para entregarse al servicio de Dios.

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